10 y 11 Octubre 2019
ILE, Institución Libre de Enseñanza
Madrid
Artículo publicado
«Intrahistorias de la arquitectura: Cerámica Cumella, artesanía tecnológica»
Participa
Fermín Blanco
Organiza
Laura Martínez de Guereñu
Carolina B. García-Estévez
Fotografía
Estudio Fermín Blanco
[+ info]
ILE, Institución Libre de Enseñanza
Madrid
Artículo publicado
«Intrahistorias de la arquitectura: Cerámica Cumella, artesanía tecnológica»
Participa
Fermín Blanco
Organiza
Laura Martínez de Guereñu
Carolina B. García-Estévez
Fotografía
Estudio Fermín Blanco
[+ info]
Descripción
La inagotable batalla en defensa de las nuevas ideas, la persistente búsqueda de la unidad y la multiplicidad, junto a la firme apuesta por la cooperación son algunas de las muy distintas cualidades que definieron a la Bauhaus y que Ludwig Mies van der Rohe destacó como elegía a Walter Gropius en su último texto publicado en Berlín (1969). Una aspiración educativa, no exenta de polémicas, que Gropius inculcó y que caracterizó a la escuela durante gran parte de su breve e intensa existencia en Weimar, Dessau y Berlín (1919-1933). Un crisol de ideas extendidas y transmitidas más allá de las fronteras, que ha llegado en muy diversas expresiones hasta nuestros días.
En el origen, el conocido viaje de formación que Gropius realizó a España (1907-1908) atraído por la tradición de las escuelas taller y su artesanía cerámica, trazaría uno de esos primeros vectores, que concluiría más tarde con su famosa conferencia Funktionelle Baukunst dictada en castellano en Madrid, Bilbao, San Sebastián (1930) y Barcelona (1932). Es famoso también el año que Mies pasó trabajando entre Alemania y España (1928-1929), meses antes de convertirse en el tercer director de la Bauhaus. Durante aquel momento brillante, como él mismo recordaría, el arquitecto realizó junto a Lilly Reich el proyecto expositivo más grande de su carrera, al tiempo que construyó el Pabellón representativo alemán que le catapultaría a la fama. No menos significativo es que Hannes Meyer, su segundo director, incluyera Barcelona entre los destinos de las exposiciones pan-europeas para celebrar el 10º aniversario de la Bauhaus (1919-1929) y presentar al gran público las obras de arte, los productos industriales y los proyectos arquitectónicos realizados en la escuela. De la mano de sus tres directores, España fue durante los años 20 y primeros años 30 testigo de la integración de las artes aplicadas y las artes mayores, así como del tránsito escalar que había realizado la Bauhaus desde el diseño de objetos al planeamiento de la ciudad.
Además de los pioneros, los maestros también acudieron a España por distintos motivos, captando así las particularidades de un entorno construido que reflejarían más tarde en su obra: Vassily Kandinsky y Paul Klee estuvieron más de un mes de vacaciones en la Costa Vasca (1929), el mismo verano en que Josef y Anni Albers visitaron Barcelona y San Sebastián. Marcel Breuer pasó un período sabático de más de cuatro meses entre Madrid, Andalucía y Barcelona (1931-1932), mientras Lucia Moholy consideró establecerse en la ciudad condal durante la misma época. A su vez, muchos de los estudiantes de la Bauhaus tuvieron prolongadas estancias en España, como es el conocido caso de Ernst Neufert, Paul Linder y Kürt Löwengard, que llegaron incluso a colaborar con Josep Puig i Cadafalch (1921-1922) o los menos analizados de Werner Drewes, Margarete Schall y Erika Zschimmer. Años después, algunos de sus ex-alumnos llegarían a España como combatientes republicanos durante la Guerra Civil, como Georg Adams-Telscher y Ernst Scholz.
Es notable el número de Bauhäusler que se sintieron atraídos por España y que entraron en contacto con su tradición y su vanguardia, por cuestiones tan distintas como la artesanía, el paisaje, los monumentos, los grandes maestros de la pintura, la red de comercio exterior con América Latina, e incluso las posibilidades de desarrollo brindadas durante la Segunda República. Algunos arquitectos españoles, como Enrique Colás y Luis Lacasa, tuvieron ocasión de visitar la Bauhaus (1922), así como también de colaborar con sus máximos representantes, como es el caso de Joan Baptista Subirana, que trabajó en Berlín con Gropius (1930-1931). La participación de España en la Exposición Internacional de París en 1937 fue decisiva para afianzar el contacto que se había iniciado ya entre José Luis Sert, Breuer y Gropius durante el CIRPAC de Barcelona (1932). Marcaba un punto y final en el devenir de la historia de las vanguardias para iniciar otro ya fuera de los territorios europeos.
Congresos, exposiciones, a la vez que nuevos proyectos educativos y culturales se abrían paso como reflejo vivo de una tradición que buscaba la complicidad de entornos que le fueran afines. Desde la España franquista, su herencia inmaterial se brindaba como la mejor fuga para que artistas y arquitectos vislumbraran horizontes que les permitieran volver a empezar. El relevo en 1953 de Sert a Gropius como Chairman de arquitectura de la Graduate School of Design de Harvard, o la conocida carta de Oriol Bohigas a Mies en 1956 proponiendo la reconstrucción del Pabellón alemán, hacen visible la continuidad de las enseñanzas de la Bauhaus dentro y fuera de España al tiempo que abren nuevas vías para su revaluación.
Con motivo del centenario de la Bauhaus, es la arquitectura que acoge esta doble direccionalidad de su legado en España la que se pretende debatir en el II Congreso Internacional de la Asociación de historiadores de la Arquitectura y el Urbanismo.
En el origen, el conocido viaje de formación que Gropius realizó a España (1907-1908) atraído por la tradición de las escuelas taller y su artesanía cerámica, trazaría uno de esos primeros vectores, que concluiría más tarde con su famosa conferencia Funktionelle Baukunst dictada en castellano en Madrid, Bilbao, San Sebastián (1930) y Barcelona (1932). Es famoso también el año que Mies pasó trabajando entre Alemania y España (1928-1929), meses antes de convertirse en el tercer director de la Bauhaus. Durante aquel momento brillante, como él mismo recordaría, el arquitecto realizó junto a Lilly Reich el proyecto expositivo más grande de su carrera, al tiempo que construyó el Pabellón representativo alemán que le catapultaría a la fama. No menos significativo es que Hannes Meyer, su segundo director, incluyera Barcelona entre los destinos de las exposiciones pan-europeas para celebrar el 10º aniversario de la Bauhaus (1919-1929) y presentar al gran público las obras de arte, los productos industriales y los proyectos arquitectónicos realizados en la escuela. De la mano de sus tres directores, España fue durante los años 20 y primeros años 30 testigo de la integración de las artes aplicadas y las artes mayores, así como del tránsito escalar que había realizado la Bauhaus desde el diseño de objetos al planeamiento de la ciudad.
Además de los pioneros, los maestros también acudieron a España por distintos motivos, captando así las particularidades de un entorno construido que reflejarían más tarde en su obra: Vassily Kandinsky y Paul Klee estuvieron más de un mes de vacaciones en la Costa Vasca (1929), el mismo verano en que Josef y Anni Albers visitaron Barcelona y San Sebastián. Marcel Breuer pasó un período sabático de más de cuatro meses entre Madrid, Andalucía y Barcelona (1931-1932), mientras Lucia Moholy consideró establecerse en la ciudad condal durante la misma época. A su vez, muchos de los estudiantes de la Bauhaus tuvieron prolongadas estancias en España, como es el conocido caso de Ernst Neufert, Paul Linder y Kürt Löwengard, que llegaron incluso a colaborar con Josep Puig i Cadafalch (1921-1922) o los menos analizados de Werner Drewes, Margarete Schall y Erika Zschimmer. Años después, algunos de sus ex-alumnos llegarían a España como combatientes republicanos durante la Guerra Civil, como Georg Adams-Telscher y Ernst Scholz.
Es notable el número de Bauhäusler que se sintieron atraídos por España y que entraron en contacto con su tradición y su vanguardia, por cuestiones tan distintas como la artesanía, el paisaje, los monumentos, los grandes maestros de la pintura, la red de comercio exterior con América Latina, e incluso las posibilidades de desarrollo brindadas durante la Segunda República. Algunos arquitectos españoles, como Enrique Colás y Luis Lacasa, tuvieron ocasión de visitar la Bauhaus (1922), así como también de colaborar con sus máximos representantes, como es el caso de Joan Baptista Subirana, que trabajó en Berlín con Gropius (1930-1931). La participación de España en la Exposición Internacional de París en 1937 fue decisiva para afianzar el contacto que se había iniciado ya entre José Luis Sert, Breuer y Gropius durante el CIRPAC de Barcelona (1932). Marcaba un punto y final en el devenir de la historia de las vanguardias para iniciar otro ya fuera de los territorios europeos.
Congresos, exposiciones, a la vez que nuevos proyectos educativos y culturales se abrían paso como reflejo vivo de una tradición que buscaba la complicidad de entornos que le fueran afines. Desde la España franquista, su herencia inmaterial se brindaba como la mejor fuga para que artistas y arquitectos vislumbraran horizontes que les permitieran volver a empezar. El relevo en 1953 de Sert a Gropius como Chairman de arquitectura de la Graduate School of Design de Harvard, o la conocida carta de Oriol Bohigas a Mies en 1956 proponiendo la reconstrucción del Pabellón alemán, hacen visible la continuidad de las enseñanzas de la Bauhaus dentro y fuera de España al tiempo que abren nuevas vías para su revaluación.
Con motivo del centenario de la Bauhaus, es la arquitectura que acoge esta doble direccionalidad de su legado en España la que se pretende debatir en el II Congreso Internacional de la Asociación de historiadores de la Arquitectura y el Urbanismo.